Hoy sólo quiero dejarles por acá lo que sentí en mi segundo día de volver al trabajo de oficina después de mi licencia de maternidad. En un artículo anterior les conté sobre el primero; pero el segundo tampoco fue mejor.
¿Por qué nadie me dijo que esto era así?
“¿Por qué nadie me dijo que esto era así? ¿Que en lo único que pensaría es en qué estás haciendo y que todo lo estás haciendo sin mí?
Me haces falta mi chiquito, no veo la hora de salir corriendo a verte, abrazarte y darte comidita de mamá, calientica y llena de amor. Sólo quiero ver muchas fotos para no perderme de nada, así sea de lejos.
Tengo mi alma y mi corazón en mil pedazos. Tal vez no estoy contigo por miedo, por no cambiar la vida que te queremos dar. Pero ¿es eso lo que necesitas? ¿Tu alma me escogió para darme cuenta que necesito menos? ¿Tu alma sabía que no me podría quedar contigo para verte crecer? ¿Por qué nos escogiste cuando hay familias que pueden quedarse contigo todo el día?
¿Tu alma me escogió para darme cuenta que necesito menos?
Mi chiquito, quiero ser la mejor mamá para ti, pero no sé cómo”
Y sí, la culpa seguía y seguía, y me tomó 3 años y una pandemia entender que mi misión de vida había cambiado, que ya el mundo laboral no me hacía feliz, y que lo más importante era poder acompañar a Samu en su camino, y a otras familias en pro de unos niños más respetados y reconocidos.
Y no estoy diciendo que las mamás que siguen en el mundo laboral lo están haciendo mal o son malas mamás. JAMÁS!!! Cada mujer y cada familia tiene una dinámica y un propósito diferente, tanto que no es posible decir quién tiene la razón. Simplemente, mi dinámica cambió tanto que tuve que hacer cambios más drásticos en mi vida.
Mi dinámica cambió tanto que tuve que hacer cambios más drásticos en mi vida.