Créanme cuando les digo que todo lo que hago es por pura vocación; que cuando Samu nació, poco a poco me di cuenta de que yo quería hacer algo más en mi vida que trabajar para una empresa; que yo en realidad quería aportar para que el mundo fuera un poquito mejor. Y encontré en los niños el medio para lograrlo. Nada que mejore más el mundo que un niño criado en un ambiente de amor y respeto, donde se le acompañe a crecer creyendo en sus decisiones, en lo que piensa, y en lo que quiere.
Nada que mejore más el mundo que un niño criado en un ambiente de amor y respeto
Y pues con todo esto en el corazón, tomé la decisión de iniciar este camino de acompañamiento pensando en las familias donde hubiera niños y niñas en primera infancia, donde pudiera acompañar a los bebés y sus madres en la lactancia, en la alimentación complementaria y, luego a la familia, en la crianza respetuosa.
Pero ayer me llegó un mensaje que me llenó el corazón. Un mensaje de una mujer no mamá, una profe:
“No suelo escribir en el grupo y menos directamente a alguien que no conozco, pero no me puedo quedar con este sentimiento de admiración en mi corazón, recientemente he visto tu contenido y es realmente inspirador lo que haces con relación a ese rol tan bonito de ser mamá y simplemente quería felicitarte y recordarte ( pues me imagino que lo sabes) que funcionas como una herramienta de oro para todas aquellas personas tienen la fortuna de transitar esa aventura de aprendizajes llamada maternidad.
Te felicito y adelante con todo”
Repito, lo que hago no lo hago por estos mensajes, pero si que llenan al alma y el corazón, me hacen sentir orgullosa de lo que hago, de lo que poco a poco he logrado y por lo que seguiré trabajando. Y a veces se nos olvida que somos una herramienta para algo, y me pongo a entera disposición para seguir siendo la herramienta que haga realidad niños más respetados y reconocidos.
me pongo a entera disposición para seguir siendo la herramienta que haga realidad niños más respetados y reconocidos
